Y entonces, ellos dijeron «Hágase el Aislamiento»

 

Texting3

 

|ÁNGEL LÓPEZ|

Vayamos al grano, que es de lo que se trata. Hoy vamos a hablar de los estragos que las nuevas tecnologías están provocando en las relaciones humanas. Y no, no tengo por qué contaros lo feliz que yo era sin Whatsapp, lo mucho que me emocionaba al llamar a mi mejor amigo o a la chica que me gustaba para proponerla una cita o lo gratificante que era encontrarse en una sala llena de completos desconocidos y comenzar a hablar con ellos y conocerles porque no tenías el móvil en la mano, y por tanto, nada que hacer. No os voy a hablar de eso porque ya no existe, y para qué perder el tiempo en algo muerto como lo es la comunicación personal, ¿no?

Si siguiera la línea argumental que queremos trazar en este Blog, os hablaría también de PRISM, ECHELON, el control de las conversaciones privadas, lo peligroso que es contar nuestra vida personal por las redes sociales y los servicios de mensajería y lo destructivo que es para la raza humana sustituir la comunicación directa por una pantalla de cinco pulgadas. Pero hoy no toca hablar de eso, aunque si os interesa, podéis googlear los dos primeros términos, si es que no los habíais escuchado antes, y llevaros una desagradable sorpresa. No, hoy no vamos a hablar de eso, porque creo que la extinción de las emociones y lo que la tecnología está haciéndonos, son más importantes. Porque sé, sabemos, que si no paramos esto de una vez, entre todos, en una década nuestros hijos nacerán con un chip en la cabeza, un Whatsapp y un Facebook integrados, y la Humanidad se habrá perdido para siempre.

Empecemos por lo obvio, las Redes Sociales y los servicios de mensajería nacieron como un complemento de las relaciones interpersonales, no como un sustitutivo, que es en lo que se han convertido. Y mientras antes nos esforzábamos por conocer a otras personas, gustarles, enamorarles, ahora nos sentamos horas y horas delante de una pantalla sustituyendo emociones y sentimientos por emoticonos absurdos y frases enlatadas. ¿Qué somos ahora, en qué nos convierte esto? ¿Cómo podemos llamarnos a nosotros mismos seres humanos, personas, cuando relegamos en una máquina para comunicarnos con alguien que tenemos al lado?

Al margen, claro, de que todo lo que escribimos, cuanto más personal, peor, (gustos, preferencias, experiencias y ambiciones) queda grabado y registrado para que ellos puedan disponer de nuestra vida a su antojo. ¿Privacidad, derechos, seguridad? Renunciamos a ello en cuanto nos descargamos Whatsapp o nos creamos una cuenta en Facebook o Twitter, y lo más triste de todo es que lo sabemos, pero aún así nos da igual.

Sigamos con la faceta anti emocional y apática de las nuevas tecnologías. Hoy he leído una noticia que, pese a ser poco menos que relevante, me ha hecho pensar en todo esto. Como siempre tenéis el link al final del artículo. Habla de un nuevo servicio de mensajería (al estilo de Whatsapp, Line y demás) que permite comunicarse con los demás sin necesidad de redes inalámbricas o móviles. Diréis, ¿cómo? pues ahí está la gracia. Por Bluetooth o WiFi local. Esto significa que solo podrás comunicarte con las personas que estén en tu misma sala, clase, habitación o vagón de metro. ¿Qué qué sentido tiene eso? Pues de nuevo, ahí está la gracia. En sustituir una conversación con alguien que tienes al lado por un chat en un teléfono móvil. ¿Escandaloso, preocupante? Desde luego, pero lamento decirles a los señores creadores de FireChat (que así se llama la aplicación) que yo llevo años viendo a amigas hablar por Whatsapp estando, literalmente, una sentada al lado de la otra y a chavales contándose chistes por Twitter mientras están todos sentados en la misma mesa. Joder, conozco familias (la mía todavía se salva, el día que pase tendré que considerar el exilio) que crean grupos de Whatsapp para hablar entre ellos. Pero eh, todo va bien, todavía somos cien por cien humanos, totalmente independientes de la tecnología, personas genuinas.

Lo peor de todo es que alguien sale ganando con esto. Claro, nunca nada funcionó si alguien no sacaba algún beneficio de ello. Cuanto más aislados estemos, cuanto más dependamos de máquinas para ser seres humanos y menos comunicación real tengamos entre nosotros, más fácil será dominarnos. Alguien quiere usar la tecnología para destruir las relaciones personales, los lazos afectivos, desvirtuar el significado de las emociones. Y cuando ellos lo consignan, cuando sepan que la única resistencia que van a obtener de los demás cuando vayan a por alguien va a ser un tuit indignado o un mensaje en cadena por Whatsapp, cuando sepan que a una persona solo se la echará en falta por su última conexión o un perfil de Facebook sin actualizar, entonces todo se habrá acabado. Para siempre. Con la tecnología y con la mentira nunca hay vuelta atrás.

¿Sabéis? Mi odio por las nuevas tecnologías viene por algo. Quizá demasiado personal, quizá algún día considere relevante contarlo. No hoy. Yo también me sorprendo a mí mismo hablando con amigos por Whatsapp en vez de quedar con ellos y contarles mis chistes y experiencias tomando unas cervezas. Yo también me descubro atónito diciéndole a una mujer que la quiero por una pantalla en vez de ir a besarla a los labios, o felicitando a un ser querido en vez de ir a abrazarle y decirle lo mucho que me importa. Eso es lo peor, que siempre caes, siempre renuncias a tí mismo, a tu humanidad, y te encuentras dependiendo de una máquina para expresar tus emociones.

Pero de verdad hay una manera.

Porque por muchas frases vacías, tuits ingeniosos y emoticonos sin sentido que envíes, no hay nada mejor que una noche de copas con tus amigos, mirarle a los ojos y besarle en los labios a ella o conocer a alguien por primera vez. Y cuando lo experimentas, lo sabes.

Sabes que eso jamás podrá sustituirlo una máquina. Jamás.

Solo tenemos que recordarlo más a menudo.

 

FireChat (Fuente: ABC)

http://www.abc.es/tecnologia/moviles-aplicaciones/20140404/abci-firechat-android-chatear-internet-201404041337.html

 

Comenta nuestro post